El interés que ha despertado de unos años a esta parte el cultivo de la trufa como alternativa muy rentable lo tiene que saber aprovechar la Comunidad. Porque tiene un gran potencial. No sólo las provincias de Soria y Burgos, donde ya hay un largo recorrido en la truficultura, sino también Segovia, Valladolid, Palencia e incluso Zamora y León, donde hay zonas con posibilidades. Lo constatan Ignacio Lafuente y Ángel Ramos, socios fundadores de Gesforma, una empresa especializada en la gestión integral de plantaciones truferas, que nació hace quince años y ya se ocupa de más de 200 hectáreas (38 en propiedad), la mayor parte en el sur de Soria, aunque también se está extendiendo a Segovia, Valladolid o Burgos.

Y para amparar a todos estos productores bajo el mismo paraguas Gesforma ha promovido la creación de la Asociación de Truficultores de Castilla y León. Una entidad que cuenta ya con una veintena de socios y que no surge precisamente de la necesidad de la provincia de Soria, que por su largo recorrido en el sector cuenta desde hace años con la Asociación de Truficultores y Productores de Soria y los que están en la Asociación Forestal de Soria (Asfoso), de de Burgos, donde también hay asociación. Aunque todavía está en fase de desarrollo ya están registrados sus estatutos con el objetivo de defender los intereses de sus clientes. «Se trata de aglutinar a todos aquellos productores que empiezan a aparecer en otras provincias y que no tenían un respaldo. Pero se trata de sumar». De hecho, Ignacio constata que Gesforma como productora es socia de ambas asociaciones de Soria. Y también de la de Castilla y León.

Su primer objetivo como Asociación es conseguir equiparar el cultivo de la trufa al resto.

«La truficultura ya se está profesionalizando. En los últimos años la PAC reconoce a este cultivo para acceder a las ayudas a la incorporación. Pero para cumplir con la legislación y cobrar las ayudas europeas el productor debe contar con unos rendimientos e ingresos en dos o tres años, algo que es imposible porque una plantación entra en producción a partir del sexto o séptimo año», explica este socio fundador de Gesforma.

De este modo, en estos momentos «solo es posible incorporarse a este cultivo si hay otros complementarios. Todo cambiaría si el productor no estuviera obligado a tener ingresos en tan corto plazo». Porque esta oportunidad de negocio «es una buena alternativa a la agricultura actual que además contribuiría a fijar empleo en el medio rural y luchar contra la despoblación».

Pero lo que quieren dejar claro estos ingenieros Forestales y de Montes es que la trufa es un cultivo muy rentable, pero sólo si se lleva a cabo en las condiciones adecuadas y con los conocimientos suficientes. «No basta con plantar unas encinas y esperar a dejarlas crecer». En palabras de Ángel Ramos, para crear el caldo de cultivo perfecto para que el diamante negro del bosque prolifere en la tierra «hay que hacerlo bien desde el inicio, realizar un estudio previos donde analizar, entre otros,la zona y del suelo, trazar una planificación y realizar una ejecución y mantenimientos idóneos».
De cara a la ejecución de los trabajos de implantación de una trufera, la relevancia de un buen asesoramiento comienza con una buena preparación del terreno y la elección de una buena planta de encina micorrizada, a la que se le suma la búsqueda de agua para la transformación a regadío. Pero la ejecución de la plantación no lo es todo, para intentar asegurar el éxito del cultivo hay que seguir prestando especial atención a su mantenimiento.

«No hay que caer en la idea que una vez plantado podemos olvidarnos de la plantación hasta que comience a producir. Desde que se planta, todos los años es necesario llevar a cabo ciertas labores de mantenimiento como escardas, gradeos y podas, de una manera determinada y en su época para favorecer las condiciones de cultivo de la micorriza», explica Ignacio.

Pero Gesforma se queda donde quiera el cliente, «tanto si busca una gestión integral, incluyendo la adquisición del terreno, o el seguimiento y ejecución de todos los trabajos, como si solo quiere asesoramiento técnico». Y en función del proyecto va la cuantía económica a desembolsar. «Desde la adquisición del terreno hasta que la plantación empieza a producir en el sexto año la inversión puede rondar entre los 18.000 y los 20.000 euros por hectárea», calcula Ignacio, quien añade que «el retorno es a los doce años, seis años después desde que empieza a producir». A este respecto, asegura que el estudio de rentabilidad que realizan «es muy afinado, en función del terreno y del coste del mantenimiento, teniendo en cuenta el mercado, pero al mismo tiempo son números bastante conservadores» para no pillarse los dedos. «Recomendamos también explotaciones de más de cinco hectáreas para minimizar la repercusión del coste por hectárea». Los contratos de gestión integral de momento los están realizando a cinco años, hasta que la plantación entra en producción. «De momento las explotaciones son jóvenes, de tres años», de modo que todavía no están en producción. Habrá que esperar otras tres temporadas para conocer resultados.

Una vez el cliente decide apostar por este cultivo, si la plantación es inferior a las diez hectáreas no necesita evaluación de impacto ambiental para su transformación en regadío, de modo que de una campaña para otra estaría en marcha.

«Sin duda alguna, la truficultura y su tecnificación pueden ser dos grandes apoyos para frenar la despoblación en el medio rural y favorecer la economía de zonas despobladas de nuestra provincia ya que, el cultivo de trufa no es competencia de las zonas agrícolas más productoras, sino que requiere suelos agrícolas más pobres en nutrientes, pedregosos, y en zonas con cierta altitud», considera Ignacio.